(En la foto, la mamá perrita)
Volví varias veces para mirar el
perrito que estaba en la torrentera. Un poco más arriba del “Mall Parque
Lambramani” (Arequipa, Perú), casi exactamente debajo del puente La Isla. Me
apoyaba al muro de contención para buscarlo. Miraba hacia arriba como
dirigiendo la mirada a la Av. Jesús y luego hacia abajo. Naturalmente la
torrentera estaba con basura. Algunas personas de los alrededores no tenían
cuidado y lanzaban desperdicios en bolsas y se juntaba con las piedras y la
tierra. A veces se sentían olores muy fuertes de algunas bolsas que entraban en
estado de descomposición. El cauce de la torrentera se convertía poco a poco en
un gran basurero. Una noche vi a la perrita que era naturalmente la madre del
perrito, que ladraba desde un lugar cercano a esos obstáculos de cemento.
Comprendí que era una forma de ladrar al mundo como para decir que nadie hacía
nada por su perrito. Claro, como todavía era algo pequeño, no podía saltar. La
perrita quien era la madre, ladraba y ladraba, escuchándose un ladrido algo
especial, hasta diría algo lastimero o con pena, como pidiendo ayuda al cielo y
a las estrellas. ¿Quizá a ese Dios que conocemos? Alguna vez la veía acompañada
de otros dos perros grandes como ella. Quizá compartían su preocupación por su
hijito, el perrito, y la acompañaban. Ahora solo estaba un perrito. Recordé
también que aproximadamente un mes antes había visto a varios perritos, en
total tres, y obviamente había quedado uno solo. Hasta conversé con una señora
que tenía una tienda por la avenida Jesús donde vendía pollos. Luego de unos
días me dijo que había trasmitido la noticia de los perritos a una señora con
su hijo y se habían interesado en ir a ver porque ella tenía como un pequeño
albergue y prestaban ayuda. Otro día y casi a media mañana vi a varios perros
grandes, como unos cuatro, que caminaban por el cauce. Uno de ellos de buen
porte, de un color café claro (como amarillo) y de un pelaje muy fino y bonito corría
tratando de perseguir a unos pajaritos que volaban por la cercanía. Notaba que el
perro saltaba y volvía a correr mirando donde pisaba, porque habían pequeñas
piedras, algunos arbustos y bolsas de plástico. Así, varias cosas, varias. Durante
los días de la última semana de octubre lo fui buscando y me di cuenta que un
hombre desde hacía varias semanas le dejaba agua fresca en un balde que sirve
para las pinturas. Se veía el agua muy limpia y cristalina. Alguna vez también
observé que el depósito no tenía agua o estaba volteado. Luego de otro par de
días aparecía lleno nuevamente de agua. Sentía que alguien más se preocupaba,
eso parecía, aunque realmente se preocupaban también otras personas. Advertí
que desde el muro otras personas le lanzaban unos panes en alguna bolsita. Otro
día miré una bolsa de plástico con esa comida especial para los perritos que
venden por kilos. Algunos la llaman comida seca, otros le dicen galletas. Así,
aunque siempre pensaba que yo era la persona que debía sacarlo, llevarlo donde
el veterinario y después cuidarlo. En casa ya vivían con nosotros cinco
perritos y un gatito. Un día cuando pasaba por el puente a eso de las siete de
la noche, lo vi al perrito sentadito a un costado de los cimientos del muro de
contención, en una como especie plataforma de cemento que el concejo había
construido para la lluvia. El perrito ya tenía unos tres meses y medio o algo
más. Había logrado subir a ese sitio y parecía que estaba conociendo algún
camino para salir de allí. Aunque realmente parecía algo difícil porque después
se levantaba más obstáculos. Así, estaba sentadito en medio de la torrentera y en
medio de la tenue oscuridad. El perrito miraba muy tranquilo desde su sitio.
Parecía estar en una calma espera por la persona que le llevaba agua y seguro
esperaba que un día lo saque de allí. Realmente fue casi la última vez que lo
vi. Estábamos terminando octubre de este 2016. La fiesta de Halloween estaba en
apogeo ese último día de octubre. Desde ese día fui varias veces y aunque antes
también le había llevado comida o le preparaba algo en casa, luego ya no
estaba. Pasaba por allí y ya no se veía ni agua en el recipiente. Hasta el
recipiente fue desapareciendo. Ahora que es 11 de noviembre, mi alma quiere
asimilar y decirme que alguien con un sentimiento profundo se lo ha llevado
para criarlo y darle un hogar. Es la esperanza. La perrita mamá ya no caminaba
por el lugar.
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