En octubre nos invade la fe por
el Señor de Los Milagros. Nos llenamos de amor. Nos sentimos más humanos. Hasta
nos vestimos de morado por esa veneración. En adición, asistimos a la iglesia
con oraciones sublimes que hacen bien a nuestro corazón y el alma. Así y en
diferentes partes del mundo, se venera
la imagen también con mucho amor. Este año 2016 no escapa de ello.
Sin embargo, algo hay
contradictorio en todo esto. En nombre del Señor de los Milagros se invita a la
gente a observar como matan a los toros en la Plaza de Acho en la Ciudad de
Lima. La sangre de un animal que sufre se derrama frente a la risa de la gente
que asiste a este espectáculo. Hasta algunos niños asisten, naturalmente
llevados por sus padres. Nuestro escritor Mario Vargas concuerda y apoya la
muerte de los toros. Se ríe y participa de la ocasión. La racionalidad del ser
humano no existe cuando el hombre usa la “pica” para desgarrar la musculatura
del animal. La gente puede reír más viendo la tortura que se hace sobre el
animal. Se festeja cuando apuñalan al toro en su último suspiro.
Todo cambia. Espero que poco a
poco haya más gente que espere el verdadero milagro de octubre. Es tiempo de parar con esto. ¿No somos más
racionales? ¿No somos más inteligentes? ¿Realmente somos más humanos y
espirituales? ¿Qué sentirá Nuestro Señor cada vez que disfrutamos haciendo daño
a un animal? ¿No será todo una farsa? ESPEREMOS EL MILAGRO.
Cuando hay acciones positivas del
ser humano, decimos que es digno de estima, digno de estimación. Es un ejemplo
decimos. Hacemos juicios valorativos de un comportamiento positivo y de uno
negativo. ¿Y cuando son negativas seremos un ejemplo?
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