Un Domingo de Ramos y en una de
las misas principales en El Salvador, monseñor Romero en su homilía hace
algunas críticas al gobierno, defendiendo a la gente campesina, comunidades y
civiles en general, quienes estaban siendo asesinados por grupos militares del
gobierno salvadoreño y por los escuadrones de la muerte creados por grupos de
derecha. Todo en un contexto de guerra civil y manifestación de los grupos de
poder.
“Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres
del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía,
de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos
hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe
prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está
obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie
tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan
antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los
derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no
puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en
serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En
nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben
hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en
nombre de Dios: Cese la represión”
Al
día siguiente de ese Domingo de Ramos y cuando Monseñor Romero celebraba una
misa fue asesinado. (Marzo de 1980)
Años después, en febrero de 2015, Monseñor óscar
Arnulfo Romero fue elevado a Santo por el Papa y la Iglesia.
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