lunes, 26 de junio de 2017

CUANDO ESTOY SOLO EN MI HABITACIÓN…






















“Cuando vengo a este pequeño restaurant me siento optimista y estoy acompañado con todas las personas que esperan también por el menú del almuerzo. A pesar que hay unas siete mesas, realmente no es muy grande el establecimiento. Así, nos encontrarnos comiendo simultáneamente unas seis personas alrededor de una mesa, dando la impresión que se junta con las otras que están muy cerca. Eso nos une y nos hermana. Puedo conversar con ellos mientras nos sirven y eso nos anima. Cuando estoy solo en mi habitación me siento deprimido. Alguna vez intenté matarme e imaginaba cuál podría ser la mejor forma para hacerlo. Tuve que ir al hospital y luego de ver al psicólogo naturalmente desistí de esa idea, poniendo más atención en las cosas que tenía que vender”

“Claro, no todas las personas pueden comprar lo que estoy vendiendo, quizá por el precio. Tengo unas carteras para dama y su precio es de treinta soles. Las ofrezco y a veces tengo suerte en venderlas poco a poco. Me ayudo también vendiendo unos ponches que prepara un amigo. Solo cuestan 0.50 centavos de sol, casi nada. Mi amigo los prepara batiendo unos huevos y agregando otros ingredientes. Después, me los da en unos vasos descartables para venderlos. Así me ayudo” 
   
“Me doy cuenta que aquí se esmeran en preparar un menú variado y es muy económico. Solo 3 soles. ¿Qué le parece? Es solamente 3 soles. Evidente, no hay precios como este y todavía así hay varios platos para escoger. Unos camotes arrebozados, pescado frito, costillar frito, frejolada, todo eso acompañado con su caldo blanco y un vaso de refresco. Hay hasta ofertas que consiste en pagar 1 sol más y tendrás en tu plato normal algo más para comer. Por eso vengo aquí con frecuencia porque conversar es muy bueno. Me da más vida. No tengo a nadie más”

Luego de escucharlo y de compartir un plato en la misma mesa, me di cuenta que en ese lugar se vivía algo especial. Todas las personas vivían con esperanza. Hombres, mujeres y niños se miraban mutuamente. Compartí sus miradas y la sonrisa de sus expresiones. Realmente todo eso me fue llenando de más vida y comprendí que tenía que volver de nuevo porque en ese lugar se sentía la vida.


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