jueves, 30 de agosto de 2018

LA SILLA NEGRA…


No sé cómo apareció la silla negra en el interior de la casa. Creo que sin que nadie lo advirtiera tomó vida en medio de las cosas, de algunos libros y muebles. Algo moderna obviamente, de esas que tienen ruedas giratorias en la base. Estaba muy conservada y casi nueva. Alguien quien decía ser su dueño o dueña, la dejó simplemente sin uso en algún lugar de la casa. La silla, que parecía tener su propia existencia se presentaba frente a todos, como diciendo: “pueden usarme, estoy aquí”. Así, de pronto, llegó el día en que fue utilizada por una persona y alcanzó a ocupar un lugar importante por ser útil.  Además, la silla negra se mostraba fuerte y muy cómoda comparada con otras dos de madera y antiguas que faltaba colarlas. Quien se creía dueño o dueña llego de alguna manera a decir que la usen, expresándose que estaba muy bien y podían usarla todo el tiempo. La silla se sintió feliz por ser útil y servir en esa casa que a veces se veía triste, no sé si por su mala pintura o por falta de energía. Ella, con sus diminutas ruedas se movía por todos los lugares donde la necesitaban. Al parecer se mostraba risueña y así entabló comunicación con una máquina antigua Singer y también de color negro. Así, la silla se sentía dichosa y empezó a mostrar y dar su energía a todos, porque estaba para eso, para ser usada con alegría y principalmente para mostrarse dispuesta con la primera persona que se interesó en ella. Sin embargo, como cuando suceden cosas y comportamientos extraños, alguien dijo en esa casa: “es mi silla”, “he gastado mi dinero en esa silla” “puedo hacer lo que quiera con ella”. Quien había usado la silla con toda su emoción y alegría respondió: “estoy usándola, es mejor que esas dos de madera, es fuerte y cómoda. Quien se creía el dueño o la dueña volvió a decir: “si quiero la dejo en la calle para otros, es mía”. El hombre, quien la había estado utilizando dio un paso hacia atrás para no crear más conflicto, a pesar de sentir algo en el alma. Por supuesto también la silla negra empezó a preocuparse y sentirse triste y apesadumbrada. Miró a su alrededor y distinguió algunos muebles que la miraban con los ojos abiertos. Los libros que estaban en algunos estantes la observaban también en silencio. La máquina de coser antigua y de color negro pensó que no la tendría frente a ella como de costumbre, como cuando el hombre se sentaba y usaba la máquina para coser algunas cosas de cuero. La silla se inquietó. Su color se fue haciéndose más intenso y quiso gritar y decir que quería permanecer en ese lugar, la habían tratado muy bien y había vivido momentos inolvidables, viéndose usada con cariño y amor. Además, había conseguido varios amigos en los muebles, libros y la máquina, la querían y amaban. No imaginaba vivir fuera y quizá en otro mundo y con otra gente. Pero, un día inesperado y que nunca imaginó, la tomaron con fuerza y la removieron en su sitio mientras escuchaba una voz: “la votaré afuera, no quiero que la usen aquí, puedo hacer lo que quiera, es mi dinero”. Escuchó también decir al hombre: “la quiero seguir usándola y puedo pagar el dinero suficiente”. Una luz de esperanza sintió la silla. Aun así, muy cabizbaja sintió como la sacaban de la casa y la dejaban en una esquina muy cerca de un arbolito. El hombre y todos quienes la amaban la miraron. Nadie supo qué hacer. El dueño o la dueña, soltó una carcajada en su interior. Finalmente, alguien que pasaba por ese lugar, vio a la silla algo húmeda. Ella no dejaba de llorar y recordó toda su hermosa vida en ese lugar, donde la alegría un día aumentó para después convertirse en algo feo. Así, desapareció de allí muriendo lentamente, aunque creyó llevar a todos quienes la amaron dentro de su corazón.

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