No sé cómo apareció la silla
negra en el interior de la casa. Creo que sin que nadie lo advirtiera tomó vida
en medio de las cosas, de algunos libros y muebles. Algo moderna obviamente, de
esas que tienen ruedas giratorias en la base. Estaba muy conservada y casi
nueva. Alguien quien decía ser su dueño o dueña, la dejó simplemente sin uso en
algún lugar de la casa. La silla, que parecía tener su propia existencia se
presentaba frente a todos, como diciendo: “pueden usarme, estoy aquí”. Así, de
pronto, llegó el día en que fue utilizada por una persona y alcanzó a ocupar un
lugar importante por ser útil. Además,
la silla negra se mostraba fuerte y muy cómoda comparada con otras dos de
madera y antiguas que faltaba colarlas. Quien se creía dueño o dueña llego de
alguna manera a decir que la usen, expresándose que estaba muy bien y podían
usarla todo el tiempo. La silla se sintió feliz por ser útil y servir en esa
casa que a veces se veía triste, no sé si por su mala pintura o por falta de
energía. Ella, con sus diminutas ruedas se movía por todos los lugares donde la
necesitaban. Al parecer se mostraba risueña y así entabló comunicación con una
máquina antigua Singer y también de color negro. Así, la silla se sentía
dichosa y empezó a mostrar y dar su energía a todos, porque estaba para eso,
para ser usada con alegría y principalmente para mostrarse dispuesta con la
primera persona que se interesó en ella. Sin embargo, como cuando suceden cosas
y comportamientos extraños, alguien dijo en esa casa: “es mi silla”, “he
gastado mi dinero en esa silla” “puedo hacer lo que quiera con ella”. Quien
había usado la silla con toda su emoción y alegría respondió: “estoy usándola,
es mejor que esas dos de madera, es fuerte y cómoda. Quien se creía el dueño o
la dueña volvió a decir: “si quiero la dejo en la calle para otros, es mía”. El
hombre, quien la había estado utilizando dio un paso hacia atrás para no crear
más conflicto, a pesar de sentir algo en el alma. Por supuesto también la silla
negra empezó a preocuparse y sentirse triste y apesadumbrada. Miró a su
alrededor y distinguió algunos muebles que la miraban con los ojos abiertos. Los
libros que estaban en algunos estantes la observaban también en silencio. La
máquina de coser antigua y de color negro pensó que no la tendría frente a ella
como de costumbre, como cuando el hombre se sentaba y usaba la máquina para coser
algunas cosas de cuero. La silla se inquietó. Su color se fue haciéndose más
intenso y quiso gritar y decir que quería permanecer en ese lugar, la habían
tratado muy bien y había vivido momentos inolvidables, viéndose usada con
cariño y amor. Además, había conseguido varios amigos en los muebles, libros y
la máquina, la querían y amaban. No imaginaba vivir fuera y quizá en otro mundo
y con otra gente. Pero, un día inesperado y que nunca imaginó, la tomaron con
fuerza y la removieron en su sitio mientras escuchaba una voz: “la votaré
afuera, no quiero que la usen aquí, puedo hacer lo que quiera, es mi dinero”.
Escuchó también decir al hombre: “la quiero seguir usándola y puedo pagar el
dinero suficiente”. Una luz de esperanza sintió la silla. Aun así, muy
cabizbaja sintió como la sacaban de la casa y la dejaban en una esquina muy
cerca de un arbolito. El hombre y todos quienes la amaban la miraron. Nadie
supo qué hacer. El dueño o la dueña, soltó una carcajada en su interior.
Finalmente, alguien que pasaba por ese lugar, vio a la silla algo húmeda. Ella
no dejaba de llorar y recordó toda su hermosa vida en ese lugar, donde la
alegría un día aumentó para después convertirse en algo feo. Así, desapareció
de allí muriendo lentamente, aunque creyó llevar a todos quienes la amaron
dentro de su corazón.
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