sábado, 4 de junio de 2016

Descubriéndose mutuamente

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Descubriéndose mutuamente

     René y Suelo tenían por costumbre encontrarse en una de las primeras casas viejas, después de atravesar el puente. Ambos eran primos y uno de ellos vivía allí solo con su padre. La casa tenía diferentes ambientes, donde también vivía otra familia, aunque el silencio imperaba. No se juntaban con los otros niños, porque tenían mayor cantidad de parientes, tíos y primos.
     Un buen día, descubrieron algo especial tocándose mutuamente. Estuvieron recostados sobre unos muebles en la pequeña sala de estar, y uno de ellos tomó la iniciativa, aunque sin proponérselo realmente. Ese día se encontraron dispuestos y sin pensarlo mucho se dejaron llevar por sus instintos.
     Sin darse cuenta, estuvieron juntos. Uno detrás del otro. Y sin saberlo también, uno tenía el brazo sobre la cintura del otro. Después del primer abrazo, cambiaron de posición varias veces, para que uno vuelva a colocar el brazo sobre la cintura del otro. De esa manera, se encontraron en movimiento permanente y simplemente ambos disfrutaban de las caricias corporales, mientras la respiración se hacía más agitada. Al mirarse, había una aceptación mutua, sin malicia, sin los deseos desenfrenados que, podrían mostrar otras personas. Allí estaban y los abrazos fueron mutuos, viéndose de inmediato sin calzado. Ninguna pregunta invadía sus mentes y menos respuesta alguna. Solamente descubrían una parte de la vida y la existencia; mostrando incluso, ignorancia e inocencia por muchas cosas.
     Y luego, se vieron desnudos completamente, mirándose y enfrascados en el silencio y en su propia contemplación. No sabían exactamente quién sería el primero en empezar; sin embargo, algo les decía en su interior que ambos estaban dispuestos. Así, sin acuerdos previos ni específicos, uno de ellos giró su cuerpo lo mejor posible; mientras tanto el otro, se acomodaba tímidamente por detrás. Además, por la propia inercia y necesidad de conocerse, cambiaban suavemente de posición. Así, primero uno y después el otro. No había absolutamente malicia alguna, ni lo habían pensado. Era la sensación de tocarse, sentirse y conocerse íntimamente al roce con la piel. Parece que más bien era una forma de despertar al sexo.
     Lo repitieron algunas veces, quizá para entender sus deseos y sensaciones corporales. Después, ambos lo tomaron como si la necesidad humana hubiera estado presente en una parte del tiempo y la vida. Uno de ellos necesitó de más, aparentemente, y después, pretendió hacerlo y tener más experiencias. Poco a poco entre otras personas se fueron pasando la voz de la ocurrencia, y luego, todo quedó allí, como si hubieran conocido por sí mismos el despertar a los nuevos instintos.
     Ninguno de ellos adquirió una nueva forma de conducta, o algo del homosexualismo que después se conocería ampliamente. Era el comienzo a nuevas experiencias que la vida les mostraba. Quedaría en el tiempo y en las formas que tiene lo pasado.
     Los medios de comunicación no contribuían para tener un mejor conocimiento del sexo, porque hablar sobre el tema, todavía constituía algo nuevo e inexplorable. Fue el instinto la parte más sana que, se hacía presente entre niños casi de la misma edad. Naturalmente, de existir una relación entre dos personas con gran diferenciación de edades, podría constituir para la persona mayor, una inclinación intencional hacia el sexo.
     En el caso de las niñas, algunas sin padre y en una situación de orfandad, conocieron similares experiencias. Pudo ser en muchos casos, natural y pasajero, como en el caso de los niños. De otra manera, se hubiera caído en el abuso y la prepotencia.

     Fue influyente también la época y el grado de desarrollo social. Vivimos inmersos en una particularidad social y económica, que empuja nuestro despertar a nuevas formas y vivencias cotidianas y porque nos dejamos guiar también, por esa parte desconocida que mora en cada uno de nosotros.

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