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Descubriéndose mutuamente
René
y Suelo tenían por costumbre encontrarse en una de las primeras casas viejas,
después de atravesar el puente. Ambos eran primos y uno de ellos vivía allí
solo con su padre. La casa tenía diferentes ambientes, donde también vivía otra
familia, aunque el silencio imperaba. No se juntaban con los otros niños,
porque tenían mayor cantidad de parientes, tíos y primos.
Un
buen día, descubrieron algo especial tocándose mutuamente. Estuvieron
recostados sobre unos muebles en la pequeña sala de estar, y uno de ellos tomó
la iniciativa, aunque sin proponérselo realmente. Ese día se encontraron
dispuestos y sin pensarlo mucho se dejaron llevar por sus instintos.
Sin
darse cuenta, estuvieron juntos. Uno detrás del otro. Y sin saberlo también,
uno tenía el brazo sobre la cintura del otro. Después del primer abrazo,
cambiaron de posición varias veces, para que uno vuelva a colocar el brazo
sobre la cintura del otro. De esa manera, se encontraron en movimiento
permanente y simplemente ambos disfrutaban de las caricias corporales, mientras
la respiración se hacía más agitada. Al mirarse, había una aceptación mutua,
sin malicia, sin los deseos desenfrenados que, podrían mostrar otras personas.
Allí estaban y los abrazos fueron mutuos, viéndose de inmediato sin calzado.
Ninguna pregunta invadía sus mentes y menos respuesta alguna. Solamente
descubrían una parte de la vida y la existencia; mostrando incluso, ignorancia
e inocencia por muchas cosas.
Y
luego, se vieron desnudos completamente, mirándose y enfrascados en el silencio
y en su propia contemplación. No sabían exactamente quién sería el primero en
empezar; sin embargo, algo les decía en su interior que ambos estaban
dispuestos. Así, sin acuerdos previos ni específicos, uno de ellos giró su
cuerpo lo mejor posible; mientras tanto el otro, se acomodaba tímidamente por
detrás. Además, por la propia inercia y necesidad de conocerse, cambiaban
suavemente de posición. Así, primero uno y después el otro. No había
absolutamente malicia alguna, ni lo habían pensado. Era la sensación de
tocarse, sentirse y conocerse íntimamente al roce con la piel. Parece que más
bien era una forma de despertar al sexo.
Lo
repitieron algunas veces, quizá para entender sus deseos y sensaciones
corporales. Después, ambos lo tomaron como si la necesidad humana hubiera
estado presente en una parte del tiempo y la vida. Uno de ellos necesitó de
más, aparentemente, y después, pretendió hacerlo y tener más experiencias. Poco
a poco entre otras personas se fueron pasando la voz de la ocurrencia, y luego,
todo quedó allí, como si hubieran conocido por sí mismos el despertar a los
nuevos instintos.
Ninguno
de ellos adquirió una nueva forma de conducta, o algo del homosexualismo que
después se conocería ampliamente. Era el comienzo a nuevas experiencias que la
vida les mostraba. Quedaría en el tiempo y en las formas que tiene lo pasado.
Los
medios de comunicación no contribuían para tener un mejor conocimiento del
sexo, porque hablar sobre el tema, todavía constituía algo nuevo e
inexplorable. Fue el instinto la parte más sana que, se hacía presente entre
niños casi de la misma edad. Naturalmente, de existir una relación entre dos
personas con gran diferenciación de edades, podría constituir para la persona
mayor, una inclinación intencional hacia el sexo.
En el
caso de las niñas, algunas sin padre y en una situación de orfandad, conocieron
similares experiencias. Pudo ser en muchos casos, natural y pasajero, como en
el caso de los niños. De otra manera, se hubiera caído en el abuso y la
prepotencia.
Fue
influyente también la época y el grado de desarrollo social. Vivimos inmersos
en una particularidad social y económica, que empuja nuestro despertar a nuevas
formas y vivencias cotidianas y porque nos dejamos guiar también, por esa parte
desconocida que mora en cada uno de nosotros.
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