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El
mimeógrafo
Una
tarde y como algo muy vago, Victoriano recordó cuando vivía aún con un hermano.
Entró a su habitación y muy grande fue la sorpresa al ver algo así como una
máquina y de regular tamaño, colocada adecuadamente sobre dos sillas.
Algunos amigos de su hermano, trabajaban sobre una mesa y utilizaban
también una máquina de escribir. Otros, miraban la calidad de la impresión que
el mimeógrafo dejaba sobre muchos papeles, mientras hacían funcionar
manualmente la máquina.
Victoriano estaba impresionado, porque distinguió algo así como la
producción de algo importante. Incluso en algún momento de aquellos días, se
sintió partícipe al sentir muy de cerca los movimientos de los muchachos en
edad universitaria, y al escuchar a veces las palabras más serias y bien
pronunciadas.
Claro, también se miraba muy pequeñito, porque apenas llegaba al nivel
de la cintura de todos ellos; sin embargo, las miradas y todas las expresiones
hacia él, reflejaban la mejor simpatía.
El
ambiente se llenaba de inteligencia. El sonido de las teclas de la máquina de
escribir, unido al mimeógrafo y a la producción de cientos, quizá miles de
volantes y revistas algo rústicas, lo decían todo.
Probablemente, en el primer momento, no lo comprendería totalmente; aún
así, miraba con mucha curiosidad el perfil de un niño vietnamita impreso sobre
un folleto, distinguiéndole como un hombre mientras sujetaba un Mosin Nagant.
El niño llevaba puesto un sombrero en forma de cono, y todo su perfil
contrastaba muy bien con el color negro de la tinta, resaltando sobre el papel
periódico. En algunas hojas interiores, se podían ver más fotografías y muchas
letras.
Su
capacidad mental no le permitía ir más allá de una simple percepción. Los
nombres de Vietnam, Laos, Camboya y el llamado a todos los pueblos del mundo
por defenderse de la violencia sistemática, penetraba sus sentidos. Simplemente
lo sentía así, de esa manera.
Miles
de hojas de papel de todos los tamaños, con nombres, lemas y muchas
fotografías, dirigida hacia una campaña electoral que se sentía también
cerca, encontrándose en medio de la
propaganda y la protesta.
Claro
que se sintió muy comprometido cuando alguien le enseñó cómo podía ayudar en el
reparto de los volantes y manipular el mimeógrafo. Así, en los siguientes días,
al caminar por algunos lugares y subir hacia algunos vehículos de transporte
público, se sentía partícipe de lo que estaban haciendo los grandes. Al final,
quizá era la curiosidad nada más, pero que, llevaba intrínseco algo importante.
Además, las personas que recibían los papeles, miraban con cuidado cada hoja,
leyendo con mucha atención.
Y sin
darse cuenta llegó la campaña electoral. Claro, tuvo que llegar el día como
participante en un mitin, con una pequeña bandera entre sus manos.
Después de eso, todo volvió a la normalidad. La habitación volvió a su
estado habitual y dentro de la quietud formal. Solo que, algo había acontecido.
Su hermano y la mayoría de los estudiantes interesados en difundir su posición
de lucha, habían terminado detenidos en la cárcel pública de la Gran Ciudad.
Algunos días después, fueron liberados.
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