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El reparto
Uno de los maletines fue
escogido al azar y el cierre se deslizó
lentamente bajo la presión de los dedos de Matías, demostrando destreza.
Matías
fue mostrando lo que contenía. Primero apareció la ropa deportiva, después,
varios pares de medias y luego, el calzado deportivo. Hasta encontraron un par
de rodilleras que siempre hacía falta. El segundo y el tercero mostraron casi
las mismas cosas, de tal manera que había en total casi como para cuatro
personas.
Lo
curioso de todo, mientras los niños miraban y tocaban, nadie se impresionó por
el tamaño de la vestimenta, destinada exclusivamente para jóvenes y personas
adultas.
Esa
misma noche, Camilo escogió lo suyo. Nemesio también y algo más para su hermano
menor, y después Victoriano. Matías no quiso gran cosa, y si todos pensaron en
algún momento que él dispondría de lo mejor, no fue así; prácticamente se
sintió muy complacido al permitir que cada uno tenga lo más deseado. Al final
de todo, parecían muchas cosas para los ojos de ellos; sin embargo, todo era
usado y hasta algunas medias estaban rotas. Un par de zapatillas parecían algo
nuevas.
En el
reparto trataron de no pensar en nada, aunque entre ellos había un cruce de
miradas. Algo brilló sobre la pared y Nemesio giró su rostro sobre sus hombros.
Realmente no era el mundo de ellos, así y todo, estaba hecho.
Esa
misma noche también, como si fuera realmente parte de un cuento y para tratar
de olvidarlo todo, cada uno intentaría cambiar el color del calzado, o
combinarlos con otros para que se vean algo diferentes.
El
arte se hacía presente, y la mesa se llenó de algunos recipientes pequeños de
pintura que por casualidad guardaba Victoriano, y algunos trapos empolvados
servirían a manera de brochas diminutas, para dar algunos toques y pinceladas.
Al
siguiente domingo y muy de madrugada, se juntaron de nuevo en la calle
principal, estrenando lo que parecía ser para sus ojos algo reluciente.
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