domingo, 26 de junio de 2016

La noche callada

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La noche callada

     Todas las noches fueron especiales en la habitación de Victoriano. Descubrir la quietud de la soledad. Hablar con la soledad y el silencio. Probablemente llenarse de muchos pensamientos imaginarios y reales también, aunque todos ellos, venían y aparecían envueltos de una claridad transparente y sin malicia. Y la tenue luz. Sí, la tenue luz, emitiendo sus tímidos rayos y cobrando vida poco a poco. La luz resultaba ser la compañía perfecta, porque mostraba la vida en los alrededores cercanos, y parecía que, las cajas de cartón, los papeles diseminados y algunos libros estaban ávidos de ser tocados para despertar de los sueños profundos y placenteros.
     Los pasos de la gata, silenciosos como cada noche, llegaba a través de la puerta con su ronronear y al compás de su respiración. Ella miraba con sus ojos claros y transparentes, directamente hacia los ojos negros de Victoriano, invitándole a mimarla, porque estaba para eso.
     Cada noche se encontraban juntos, como si el destino de la existencia los hubiera puesto el uno para el otro. Ambos amaban a su manera y se dejaban amar; total, para eso estaba hecha la vida, para amar y recibir amor.
     Al momento de dormir, cuando los dos estaban sobre la cama y usando la misma almohada, la respiración parecía una sola.
     Cientos de noches, tal vez miles; los brazos de Victoriano acurrucaron contra su pecho a su fiel compañía, y siempre sintió que su ser se llenaba de algo y a cada instante, en el momento preciso de entrar en un profundo sueño.
     Muchas noches y madrugadas, la luz permaneció encendida para mantener la vida en esa pequeña e insignificante parte del universo.

     La noche esconde mucho algunas veces. Otras, hasta el eco cambia a la lejanía. Una noche, Victoriano escuchó los ladridos de un perro en la lejanía, como si fuera el pedido de un auxilio lastimero. Otras veces también, hasta el correr de las aguas se escuchaban como un susurro, así, el río principal de la Gran Ciudad se sentía cercano y nítido. La paz existe también en la oscuridad, la penumbra, y en medio de las sombras. 

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